El turismo, como en cualquier otro sector, tiene su propio vocabulario especializado para referirse a una serie de conceptos. Si te dedicas al turismo te interesa conocer, al menos, estos dos.
Ya hace unos años que se empezó a bombardear por parte de los expertos y administraciones locales con que las empresas turísticas y destinos teníamos que crear experiencias. Que nos hemos adentrado al nuevo mundo de las emociones y que el cliente ya no solo busca una cama o un lugar para comer, sino que quiere vivir algo diferente, y a ser posible, algo merecedor de ser compartido entre sus redes sociales. Llevamos más de 10 años con es te discurso, no nos viene de nuevo.
Desde hace relativamente poco, también nos animan a crear producto. “Hay que crear productos y experiencias”, nos dicen. Cuando todavía se está digiriendo el concepto de “Experiencias”, topamos con el “Producto”. Con eso ya hemos desconcertado del todo al pequeño propietario o profesional del turismo.
Esperamos que con este post podamos aclarar ciertas dudas.
Producto turístico
Por definición, un producto turístico es una combinación de elementos materiales e inmateriales, como los recursos naturales, culturales y antrópicos, así como los atractivos turísticos, las instalaciones, los servicios y las actividades en torno a un elemento específico de interés, que representa la esencia del plan de comercialización de un destino y genera una experiencia turística integral, con elementos emocionales, para los posibles clientes.
Dicho de otra manera: el producto turístico es un sistema de componentes ensamblados capaces de hacer viajar a la gente para realizar actividades que satisfagan sus necesidades, otorgándoles beneficios y satisfacción de manera integral. Por tanto, existirán tantos tipos de turismo o productos como segmentaciones del mercado y motivaciones a viajar existan.
Entrando en detalle, existen muchos estudios referentes a los elementos que debe contener un producto turístico pero nos quedamos con este:
1. Los recursos turísticos del destino turístico: naturales, culturales…
2. Las infraestructuras: comunicaciones, transportes públicos, alojamientos, restaurantes, parques…
3. Elementos tangibles: los que más cerca están del cliente a lo largo de su experiencia turística, y, en ocasiones, determinan el grado de satisfacción final de la misma, como la decoración, el mobiliario, la comodidad…
4. El Cliente: es el destinatario último del servicio y elemento activo y fundamental del propio producto turístico.
El cliente, ese “gran desconocido”
Quizás tengamos todos más claro los primeros tres puntos. Ahora bien, “el cliente” es donde se cree que reside la complejidad de todo esto. De nada nos servirían los recursos más atractivos y las infraestructuras más equipadas si no hubiera un consumidor que se sintiera motivado a realizar un viaje turístico por algún factor principal.
Sobre el cliente hay mucho escrito y se merecería un o dos posts más sobre este tema, pero podríamos decir que estos tres elementos siguientes son los que nos definirían al cliente en el momento de crear un producto:
– La motivación: ocio, descanso, visitas a familiares y amigos, deporte y actividades físicas en general, religión y motivos espirituales, cultura, salud, curiosidad, negocios….
– Su participación: en general, nadie se desplaza a un destino determinado para no salir de la habitación de su hotel, es decir, el turista vive en primera persona la experiencia turística.
– Su interacción: la hospitalidad, el trato con el personal, con la población y con el medio natural…



Experiencia turística
Podríamos estar dándole más vueltas teóricas al producto turístico, pero nos vamos a centrar en otras cosas. Ya hemos visto que el cliente es importante y complejo, lleno de sensaciones, motivaciones y decisiones emocionales. Aquí es donde entra la Experiencia Turística, que no es nada más (ni nada menos) que el conjunto de estímulos que se perciben durante todas las etapas del viaje. También hay mucha literatura sobre esto pero podríamos sintetizarlo como todo aquello que define el relato (o la marca) de ese viaje. Aquí entramos en el bonito y difícil mundo de la comunicación, el storytelling o el arte de contar historias.
Estupendo. Ya empezamos a tener algo más claro todo. ¿O quizás no? Ahora sabemos demasiado y nos abruma aun más todos estos nuevos parámetros. ¿Ahora qué?
Barreras legales
Una empresa pequeña dedicada al turismo tiene que ir a lo práctico, no nos da la vida para todo pero nos toca hacer de todo. Un producto turístico, para hacerlo bien y meterse en estos berenjenales, debe tener en cuenta algunos aspectos legales, puesto que la combinación de servicios y actividades está regulada por ley y solo se pueden ofrecer a través de agencias de viajes. Eso solo para empezar.
¿Eso quiere decir que si no somos agencia de viajes no podemos crear producto turístico? No, solo quiere decir que, si se quiere comercializar, ponerle un precio a todo el conjunto y cumplir una serie de condiciones, es necesario hacerlo según la normativa vigente y los canales autorizados. Estamos hablando de los famosos paquetes turísticos de las agencias de viajes.
Creamos nuestro producto/experiencia
Ahora bien, vemos muy interesante aplicar estos conceptos a nuestros pequeños negocios. De hecho, nadie nos impide hacer un análisis de los elementos que podrían conformar “nuestro propio producto”: conocer los recursos que dispone nuestro territorio/destino/empresa, las infraestructuras, los elementos tangibles y nuestros clientes objetivo. Y comunicarlo. ¿Y cómo lo comunicamos? A través de una experiencia turística, un relato, una historia y una motivación. Y eso sí que lo podemos hacer sin ser una agencia de viajes. Ambos, producto y experiencia, son dos herramientas que nos sirven para dar un nuevo enfoque a nuestra empresa/destino y ser más atractivo para el viajero.
¿Damos un paso más? Hagámoslo que sea sostenible. Pero esto ya lo hablaremos en otro post.
En PiriNature Consultoría podemos acompañarte en este proceso.
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